Pelotaris en el Cerro de los Locos

Foto Olga Berrios

Foto de Olga Berrios (http://www.labroma.org/blog/2010/12/12/moda-en-el-parque-de-la-dehesa-de-la-villa/)

El llamado Cerro de los Locos (antiguamente conocido como “Cerro de las Balas”) es un enclave muy particular del popular parque de la Dehesa de la Villa de Madrid desde el que se disfruta de una vista excepcional sobre la sierra de Guadarrama y la Ciudad Universitaria. He de reconocer que nunca había estado allí hasta que leí en Internet este reportaje de El PaísLos últimos locos del cerro«) que me dejó atónito, no solo por la historia del lugar, sino porque desconocía que en el famoso cerro se jugara a pelota. En este artículo, uno de los habituales deportistas de la zona cuenta que en los años setenta y ochenta «el frontón y la pelota vasca eran las disciplinas reinas en la zona, y se practicaba utilizando la pared de la torre del transformador. Se montaban buenas colas para jugar a la pelota [vasca], incluso había peleas y discusiones por los turnos. Allí jugábamos y nos apostábamos las pelas o un vermú». A falta de instalaciones deportivas, buena es cualquier pared, como se ha hecho toda la vida en los pueblos de Castilla.

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 Al margen de la pelota, que empezó a practicarse en este lugar más tarde, cuando se construyó la torre del transformador eléctrico, el Cerro de los Locos es famoso desde hace un siglo por ser lugar de encuentro de todo tipo de personajes, desde toreros y boxeadores hasta artistas de circo y gimnastas. A finales del siglo XIX, era conocido como “Cerro de las balas”, porque a menudo volaban por los aledaños las balas perdidas del recinto de la Sociedad de Tiro Nacional que estaba en los campos de la Moncloa, donde actualmente se sitúa la Ciudad Universitaria. Con el nuevo siglo, empezó a llamarse «Cerro de los Locos», cuando empezaron a frecuentar la zona un grupo de toreros que venían a ponerse en forma y realizaban carreras, saltos y cabriolas de preparación. En la curiosa placa que adorna una de las paredes de la torre eléctrica (ahora repetidor de telefonía), se dice que el Cerro de los Locos es centro del deporte popular desde 1915, aunque la primera referencia de prensa con este apelativo la he encontrado en un artículo de la revista Mundo Gráfico del 21 de marzo de 1923 que dice lo siguiente:

Al final de la Moncloa, y a su izquierda, hay un frondoso y no muy bien atendido pinar, cerca ya de la Puerta de Hierro, y a orilla de este pinar hay una altura que ha sido recientemente bautizada por el Cerro de los Locos. Le llaman así porque en esta época del año se ofrece a diario, todas las mañanas, el pintoresco espectáculo de ver a unos hombres atacados del vértigo de carreras, saltos, cabriolas y otras especies de ejercicios de gimnasia violenta. Estos hombres, al parecer presuntos imitadores de los gamos, las cebras y los gatos monteses, que dan la sensación de locos de atar en sus matinales ejercicios de acrobatismo y cross-country, no son locos ni imitadores de los gatos monteses, los gamos y las cebras: no son nada más—o nada menos—que toreros. Estos toreros, residentes en Madrid, sometidos muy acertadamente a las exigencias de la higiene, van a aquel paraje a entrenarse, como se dice en el argot deportivo; a ponerse, como se dice en el taurómaco.

Como veis, en un principio el Cerro de los Locos era lugar de entrenamiento para toreros, aunque en otro reportaje del diario La Voz del verano de 1928 (“En busca del cerro de los Locos”) ya se habla también de atletas y boxeadores entre los habituales que entrenaban por la zona en paños menores y luego se bañaban en un pequeño estanque que habilitaron aprovechando el agua del canalillo que atraviesa el parque. Durante la Guerra Civil, el Cerro de los Locos fue lugar estratégico en la defensa de Madrid, al situarse por encima del frente de la Ciudad Universitaria y todavía quedan restos de trincheras y refugios. Después de la guerra, deportistas de todo tipo y aspirantes a torero volvieron a ocupar su lugar de entrenamiento. Más tarde, se instaló la torre eléctrica y se unieron al grupo los aficionados a la pelota de los barrios cercanos y muchos vecinos que venían a tomar el sol en cueros en este lugar apartado. Los habituales visitantes arreglaron la zona con plantas, árboles, bancos y mesas de piedra, especialmente el antiguo acróbata Ángel Vázquez, que lleva cuarenta años realizando esta labor y tiene sus aparejos en el interior de la torre del transformador.

Según el libro Dehesa de la Villa: naturaleza en la ciudad, de Emilio Blanco y José Monedero, entre los deportistas de cierto renombre que fueron asiduos del Cerro de los Locos, además de varios boxeadores, luchadores y futbolistas, se encuentra el pelotari Arias, que fue campeón de Castilla de pelota a mano. Si algún día soleado os apetece dar un paseo por la Dehesa de la Villa, no olvidéis acercaros hasta este lugar tan curioso, patrimonio deportivo popular de la ciudad, y es posible que os encontréis alguna pareja de locos jugando a mano o a raqueta. Por mi parte, intentaré echar un vistazo al archivo de fotografías que guarda el veterano Ángel Vázquez, por si tuviera alguna de jugadores de pelota.

Texto y fotos: Nacho Ramos

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