
En los primeros tiempos del régimen franquista se utilizaba el deporte y la cultura vasca como un elemento racial y propio de España frente a las culturas extranjeras y el juego de pelota seguía siendo considerado el deporte patrio por antonomasia. Eso sí, al mismo tiempo se obligó a castellanizar todos los nombres en lenguas extranjeras de equipos y locales deportivos y como entonces no había más lengua española que el castellano esta medida incluyó también al euskera, de modo que, por ejemplo, el Frontón Jai-Alai de la calle Alfonso XI de Madrid pasó a denominarse «Frontón Fiesta Alegre».
En 1946, el ministerio de Educación del gobierno franquista, que dirigía José Ibáñez Martín, responsable de la aplicación de miles de depuraciones de maestros y de la recuperación del nacionalcatolicismo en la enseñanza española, tomó una de las pocas decisiones acertadas de su existencia, al ordenar la construcción de un frontón de pelota en las instalaciones deportivas de todo colegio de España, en virtud del «carácter genuinamente español y las excelentes condiciones que posee para el desarrollo físico de la juventud», argumento que ya se esgrimía en los periódicos españoles desde principios del siglo XX, ante el avance del foot-ball y otros deportes británicos. Aquí tenéis el texto completo de la Orden:
Sin embargo, no tenemos noticias de que la orden llegara a cumplirse, pues son muy pocos los colegios con frontón en España. Fuera del País Vasco y Navarra, uno de los primeros colegios españoles que tuvo un frontón en sus instalaciones fue la Institución Libre de Enseñanza, que construyó el suyo en su escuela del paseo del Obelisco (el que aparece en la foto de cabecera de este artículo) gracias a la donación de uno de sus mecenas, el médico Juan Madinaveitia. Por desgracia, este frontón, después de sobrevivir durante un siglo, fue destruido en la polémica reforma llevada a cabo en la sede de la ILE hace unos años para construir un horrendo edificio metálico. En Madrid, quedan pocos colegios con frontón, y el más conocido es el del histórico Instituto Ramiro de Maeztu de la calle Serrano, un frontón cubierto de los años setenta en el que antiguamente entrenaban muchos aficionados.